El coste medioambiental de acumular viejos emails y otros archivos: "Tenemos un síndrome de diógenes digital"

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    El 40% de las emisiones de efecto invernadero en la UE proceden de la contaminación digital

    Los expertos apuntan que el cambio en nuestros hábitos de consumo reduciría el consumo energético y la huella de carbono

Cada día, subimos, descargamos y almacenamos grandes cantidades de información de manera online. Datos que, en muchas ocasiones, no utilizamos. Por ejemplo, gran parte de los correos que recibimos todos los días los dejamos olvidados en nuestra bandeja de entrada. Estos emails forman parte de la conocida como basura digital. Es decir, datos estructurados, con poca utilidad, como residuos en un vertedero que nadie se ocupa de limpiar, sin embargo, consumen gran espacio y, con ello, energía.

24 horas - La huella digital que dejamos en las redes sociales - Escuchar ahora

La mayor parte de esa huella digital acaba escapando de nuestro control o almacenada en servidores remotos, sin ningún tipo de utilidad. Al mismo tiempo, estos centros de datos necesitan una gran cantidad de electricidad para poder almacenarlos, así como para mantener refrigerados los equipos. Pero, ¿cómo se traduce esto cuando hablamos de la huella digital de millones de usuarios a lo largo y ancho del planeta? 

El síndrome de diógenes digital genera una huella de carbono 

La acumulación de basura electrónica, tanto en casa como dentro de los dispositivos, cada vez es más frecuente. "Yo tengo unos 30.000 correos electrónicos en mi bandeja de entrada. Los vas guardando por si algún día los vas a utilizar, aunque nunca llegas a hacerlo", afirma Pablo Barrenechea, director de Acción Climática en ECODES. Según un estudio del Instituto de Marketing Digital TEDKI, más del 70% de las personas entre 25 y 50 años de edad no recuerda haber borrado archivos antiguos en el último mes, y a 9 de cada 10 les costaba diferenciar lo que querían conservar de lo que no necesitaban en sus teléfonos.

“Los vas guardando por si algún día los vas a utilizar, aunque nunca llegas a hacerlo“

Enviar un correo electrónico, almacenar archivos, publicar una foto en Instagram o escuchar una canción en streaming, son acciones que producen una gran huella de carbono digital. Es decir, el uso de las TIC trae consigo la emisión de gases de efecto invernadero. "Un email de cerca de un mega está generando entre 4 y 5 gramos de C02 en el traslado de tu términal a la base de datos", explica este experto. 

Según uno de los últimos informes de BEREC, organismo europeo de reguladores de las telecomunicaciones, se estima que el sector de las TIC es responsable de la emisión de entre un 2 y 4% de los gases de efecto invernadero. Un porcentaje que, aunque pequeño si lo comparamos con otros sectores, podría llegar a alcanzar el 14%, en 2040, debido a la proliferación de nuevos servicios digitales. En el caso europeo, dicho porcentaje ya se ha superado llegando al 40% del total.

La gran huella de calor de Internet 

El funcionamiento noche y día de ejércitos de servidores y centros de datos se ha convertido también en un problema global. Se calcula que el gasto de electricidad de estos centros es equivalente a lo que consume un país entero del tamaño y las características de España. Al mismo tiempo, requieren una refrigeración constante de las instalaciones debido a que los equipos tienden a generar calor, lo que puede afectar negativamente a su rendimiento, acortar su vida útil, además de suponer un peligro en el caso de alcanzar niveles elevados. "Yo estuve en una empresa con data centers y una vez se les fue el aire acondicionado. Tuvimos que ir apagando los ordenadores, porque la temperatura escalaba a razón de un grado cada pocos minutos", comenta Carlos Izquierdo, fundador y arquitecto en big data en Datatons. 

Para poder hacer frente a ese calor las empresas utilizan sistemas de refrigeración, como aires acondicionados, y poder mantener así una temperatura adecuada. "Esto lleva asociado dos cuestiones. Por una parte el consumo energético y, por otra, el uso de gases refrigerantes, grandes emisores de gases de efecto invernadero", explica Barrenechea. En el cómputo global de la energía usada, alrededor de un 40 % de la misma se destina a sus sistemas de refrigeración para mantener un entorno con temperatura controlada durante todo el día. Este elevado consumo energético hace que los centros de datos representen hasta un 5% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según los últimos datos del Instituto Español de Estudios Estratégicos. 

“Por una parte el consumo energético y, por otra, el uso de gases refrigerantes, siendo grandes emisores de efecto invernadero“

El elevado uso del agua se ha convertido en otro de los grandes retos relacionados con la refrigeración de estos centros. De forma general, las empresas de big data han aumentado su eficiencia energética empleando torres de refrigeración en lugar de aire acondicionado. Sin embargo, esto está causando otro problema ambiental que hasta ahora había permanecido oculto: el elevado uso de agua. Para algunos expertos, este sistema es actualmente una de las mejores maneras de reducir las emisiones de carbono y ser sostenible. El problema es que gran parte proviene de fuentes potables, lo que puede ser preocupante si tenemos en cuenta la crisis hídrica en la actualidad.

Correos electrónicos para cultivar hortalizas

Para afrontar este problema de la sostenibilidad energética se está avanzado en varias direcciones. Por un lado, mediante el empleo de nuevas tecnologías de enfriamiento y de energías renovables y, por otro lado, el estudio de nuevas ubicaciones. En el caso español, la energía fotovoltáica es uno de los recursos más implementados por los centros de datos. "Cada vez son más conscientes los operadores de telecomunicaciones e ISPs de los aspectos medioambientales", explica Moisés Barrio Andrés, letrado del Consejo de Estado y profesor de Derecho Digital. Muchas empresas ya cuentan con paneles solares que le permiten generar energía y autoconsumirla, lo que puede reducir enormemente la huella de carbono. 

La capacidad de generar electricidad con energías verdes en España ha aumentado un 42% desde 2015.

Esta ola de innovación en materia de sostenibilidad ha llegado, especialmente, a los países del norte. En Estocolmo, el calor que emiten los centros de computación por el funcionamiento de millones de algoritmos para analizar información y almacenarla se redistribuye por la red de energía, como parte de un proyecto público-privado de economía circular. Al mismo tiempo, otros proyectos utilizan el calor de los data centers como calefacción para invernaderos donde se cultivan hortalizas y se crían especies, como gusanos, o calentar el agua de oficinas o piscifactorías.

"Los centros de datos también están implementando programas de reciclaje de su hardware y consumibles, introduciendo asimismo sistemas de recolección de agua de lluvia o placas solares", comenta Moisés. Existen otros muchos proyectos además de los mencionados, aunque aún incipientes, para sumergir estos centros bajo el mar o llevarlos al espacio, y asimismo se trabaja con moléculas sintéticas de ADN como medio alternativo a los servidores para el almacenaje de información. En enero de 2021, los operadores de centros de datos y las asociaciones de la industria en Europa lanzaron el Pacto de Centros de Datos Climáticamente Neutros (CNDCP), que incluye el compromiso de hacer que estos centros de datos sean neutrales para el clima en 2030.

“Los centros de datos están [...] introduciendo sistemas de recolección de agua de lluvia o placas solares“

El fin de la obsolescencia programada 

Este experto en Derecho Digital recalca que, además de tener en cuenta las normativas existentes en materia energética e impacto medioambiental, "hay que tener en cuenta todo el ciclo de vida de la tecnología, prestando atención a aspectos muchas veces olvidados [...] como el fin de la vida útil de los equipos". La obsolescencia programada de los dispositivos electrónicos es otro de los grandes retos de la industria.

 

El Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas calcula que se generan en todo el mundo cerca de 50 millones de toneladas de aparatos electrónicos desechados anualmente. Al mismo tiempo, muchos de ellos están compuestos por materiales altamente contaminantes, que en muchas ocasiones van a parar a lugares remotos, en especial a los vertederos de países en vías de desarrollo. "Imagínate que tienen 2.000 ordenadores y cada uno tiene una vida útil de cinco años. Están fallando tres ordenadores al día. Las grandes empresas no se preguntan por qué lo vas a arreglar cuando puedes cogerlo y tirarlo", explica Izquierdo.

Con el objetivo de poder frenar esto, la Comisión Europea pretende lanzar una nueva normativa para que no haya excusa para la reparación, si es posible, de los dispositivos electrónicos, así como fomentar la economía circular. ¿Cómo? Ampliando la garantía de este tipo de productos para que los fabricantes estén obligados a repararlos muchos años después de la compra. Por el momento, la normativa se centra en electrodomésticos, pero el objetivo es ampliarlo a móviles, portátiles, etc.

“Las grandes empresas no se preguntan por qué lo vas a arreglar cuando puedes cogerlo y tirarlo“

Es necesario un cambio de hábitos 

Cuando preguntamos sobre cómo pueden influir los cambios en nuestros hábitos dentro de esta problemática estos expertos lo tienen claro. "Pueden influir en el impacto de los datos en los servidores y, como consecuencia, en el consumo energético de estos servidores y la reducción de la huella de carbono", afirma Barrenechea. Con el objetivo de poder ayudar, movilizar y facilitar a la sociedad para que reduzca esa basura y huella digital, se ha creado la app 'Digital CO2ach', con la que un pequeño coach ofrece tips para reducir, por ejemplo, el impacto de tu email, la información no deseada en tu WhatsApp o las descargas en la nube. "De repente descubres que tienes guardados documentos del año 2010, que obviamente no vas a volver a mirar", añade. 

Este experto comenta cómo, muchas veces, los plazos establecidos por las grandes organizaciones para la consecuención de retos no logran concienciar al ciudadano de a pie, dificultando su acción cotidiana. "Como no nos pesa hoy el móvil 5 kilos más por la información que tengo almacenada no somos capaces de esa interacción tan rápida con algo como la basura digital", recalca el experto.  

Pablo subraya que los servidores tienen que modificar sus modelos tecnológicos para aprovechar el calor residual, así como seguir implementando el uso de energías renovables, pero también es necesaria la acción de los usuarios. "Debe de existir una relación de corresponsabilidad con lo que estamos haciendo y entender que hay una basura que no vemos que está generando un problema. Lo cambios tecnológicos son importantes, pero deben de ir unidos a un cambio cultural", insiste. 

 

Foto: Una mujer organizando cables en una zona de servidores y almacenaje de datos. GETTY